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Movilion

El sinsentido de un banking sin payment

¿Cuándo una aplicación o servicio es de banca móvil y cuándo es una billetera que permite realizar pagos en movilidad? Esa clasificación, ya de por si inestable, está en la base de buena parte de los acercamientos a este negocio que, en términos amplios, llamamos dinero móvil.

En apariencia lo disruptivo y lo que más crece son las aplicaciones de pagos móviles. En Estados Unidos Square tiene 1 millón de comercios en su plataforma de mobile payments; y Starbucks ya procesa el 25% de sus pagos en ese país a través de una aplicación propia que no necesita del plástico.

Un detalle no menor es que en ambos casos lo que se reemplazó no fue la infraestructura de las tarjetas de crédito, sino precisamente el plástico. Por atrás las que operan son Visa, Master, Amex, etc. El verdadero desafío para los demás actores del ecosistema es ir más allá de la última milla, y aprovechar la súbita penetración de la nueva infraestructura (redes más dispositivos móviles) para generar un sistema de pagos independiente de las tarjetas.

¿Cuál es el lugar de los bancos? Para descifrar la falta de entendimiento de los banqueros en relación a la importancia del canal móvil, hay que ver la relación de amor odio que éstos tienen con el negocio de las tarjetas de crédito. No por nada en muchos bancos las tarjetas siguen siendo una unidad de negocios separada.

La teoría del analista Brett King es que la popularización de los smartphones está destinada a terminar de destruir esta separación funcional que hacen los bancos entre su negocio core y el de las tarjetas. King cree que los bancos se equivocan al entender los canales digitales (home y mobile banking) como alternativos. Dice que eso es consecuencia de la inercia cultural. Desde una perspectiva de frecuencia de uso -que es para él la que realmente importa-, los canales alternativos son en realidad las sucursales.

Esa falta de perspectiva les impide a los bancos ver lo importante que son los pagos móviles, que de cara al día a día del cliente ganan peso sobre otras funciones bancarias clásicas, por ejemplo, la administración patrimonial. Aún cuando es la actividad transaccional lo que les permite agregar valor diferencial, en su gran mayoría los bancos siguen pensando el mobile banking como una simple extensión del home banking, que es a su vez una extensión de lo que sus clientes pueden hacer en una sucursal.

King concluye que el problema de la banca minorista con los pagos móviles es cultural. De ahí que sea un problema importante. El hecho de que el dispositivo móvil concentre la función de pagos -por un lado- con la de los servicios tradicionales que día a día ofrece el banco -por otra- derrumba una “forma de pensar netamente bancaria”. Y esa cosmovisión vetusta, tan arraigada, se manifiesta en la dificultad para aceptar que una aplicación de mobile banking sin capacidades de pago no tiene sentido.

Para las personas, la relación diaria con el dinero es más estrecha y vinculante que las relaciones bancarias tradicionales. Chequear el saldo antes y después de hacer un pago (algo imposible con un plástico, con un cheque e incluso con el efectivo) o recibir asesoramiento en línea sobre cómo utilizar mejor el dinero, son dos de los principios ejemplares, según King, para re-imaginar la utilidad de la banca desde una perspectiva móvil.