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Movilion

¿En qué se convertirán los relojes inteligentes?

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Considerando el enorme poder de cómputo y conectividad que están logrando los smartwatchs, todo indica que hay que imaginarlos como satélites de un ecosistema más amplio de aplicaciones y hardware.

La duda es qué lugar ocuparán en esa constelación. Si serán grandes estrellas o pequeños planetas.

Seguramente el peor error es pensarlos como relojes, es decir, como productos en sí mismos. Más bien se trata de ubicarlos en una línea de continuidad con los smartphones, cuya fuente de valor está en integrar una plataforma con una comunidad de desarrolladores con los incentivos suficientes para invertir tiempo, dinero y creatividad.

El futuro de los relojes inteligentes no depende tanto del diseño ergonómico, como insisten tantos blogs de tecnología, sino de la construcción de un marketplace.

En esa línea, lo más probable es que muchos de los emprendimientos surgidos al calor de la nueva informática de vestir terminen siendo absorbidos por alguno de dos o tres ecosistemas: el de Apple, el de Google (Android Wear) y -con suerte- el de Microsoft.

¿Queda un margen para que los wearables generen un nuevo ecosistema? Es poco probable, básicamente porque la energía de los fabricantes de la informática del vestir no estará dirigida a construir comunidad, sino a inventar soluciones para la “última milla”: sensores y aplicaciones para monitorear el estado físico de los usuarios.

La identificación personal automática en base a patrones biométricos parece ser el Oeste a conquistar para este tipo de empresas.

La pulsera Nymi, por ejemplo, fabricada por Bionym, es un medio seguro de identificación personal que toma un electrocardiograma cuyo resultado se compara con una síntesis previa del patrón de los latidos del corazón del usuario, guardado en la nube. Hoy se usa para desbloquear el smartphone, pero perfectamente podría ser un método de validación para hacer pagos sin contacto.

Hace poco Juniper Research dijo que los dispositivos que recopilan datos de fitness, como Fitbit Charge y Jawbone UP24, triplicarán hasta llegar a aproximadamente 57 millones de usuarios mundiales para 2018, en comparación a los 19 millones de este año.

Igual que pasó con los smartphones, lo más excitante de los wearables es descubrir las aplicaciones que hoy no tienen mucho sentido y que van a usar no sólo a los fanáticos del ejercicio o a los amantes de la tecnología, sino a todos.